sábado, 28 de diciembre de 2013

Con los años he aprendido, de Sergio de Sa

Con los años he aprendido,
que la tristeza no es eterna,
que los malos momentos pasan
y que los buenos siempre llegan,
que el desamor puede llevarte a la locura
y que un beso dado en el momento justo
 todo lo cura.

Con los años he aprendido,
que la gente que realmente te quiere
está cuando más lo necesitas,
que cuando la vida te sonríe
amigos nunca te faltan,
y que cuando las lágrimas brotan
son los primeros que marchan.

Con los años he aprendido,
que no soy tan feo como yo me veo
ni tan guapo desde tus ojos,
que aunque la belleza atrae
es el alma la que enamora.

Con los años he aprendido
que el dinero se cuenta en sonrisas,
que las personas más ricas
no son las que más dinero tienen,
y que si a alguien quieres hacer volar
antes de nada debes saber
que las alas no se pueden comprar.

Con los años he aprendido,
que las verdades a veces duelen
pero no duran para siempre,
mientras que las mentiras matan
y se convierten en eternas.

Con los años he aprendido,
que los hombres más felices
no son los que buscan muchas mujeres,
si no los que en Una encuentran
todo lo que buscaban.

Con los años he aprendido,
que llorar no es de débiles
ni correr es de cobardes,
que a veces no hay decisión más valiente
y que produzca más sufrimiento
que llorar y salir corriendo.

Con los años he aprendido,
que hay personas que nunca mueren,
que aunque ya no estén entre nosotros,
en nuestro corazón siempre estarán presentes.

 Sergio de Sa

viernes, 20 de diciembre de 2013

La isla de las dos caras

La tribu de los mokokos vivía en el lado malo de la isla de las dos caras. Los dos lados, separados por un gran acantilado, eran como la noche y el día. El lado bueno estaba regado por ríos y lleno de árboles, flores, pájaros y comida fácil y abundante, mientras que en el lado malo, sin apenas agua ni plantas, se agolpaban las bestias feroces. Los mokokos tenían la desgracia de vivir allí desde siempre, sin que hubiera forma de cruzar. Su vida era dura y difícil: apenas tenían comida y bebida para todos y vivían siempre aterrorizados por las fieras, que periódicamente devoraban a alguno de los miembros de la tribu.

La leyenda contaba que algunos de sus antepasados habían podido cruzar con la única ayuda de una pequeña pértiga, pero hacía tantos años que no crecía un árbol lo suficientemente resistente como para fabricar una pértiga, que pocos mokokos creían que aquello fuera posible, y se habían acostumbrado a su difícil y resignada vida, pasando hambre y soñando con no acabar como cena de alguna bestia hambrienta.

Pero quiso la naturaleza que precisamente junto al borde del acantilado que separaba las dos caras de la isla, creciera un árbol delgaducho pero fuerte con el que pudieron construir dos pértigas. La expectación fue enorme y no hubo dudas al elegir a los afortunados que podrían utilizarlas: el gran jefe y el hechicero.

Pero cuando estos tuvieron la oportunidad de dar el salto, sintieron tanto miedo que no se atrevieron a hacerlo: pensaron que la pértiga podría quebrarse, o que no sería suficientemente larga, o que algo saldría mal durante el salto... y dieron tanta vida a aquellos pensamientos que su miedo les llevó a rendirse. Y cuando se vieron así, pensando que podrían ser objeto de burlas y comentarios, decidieron inventar viejas historias y leyendas de saltos fallidos e intentos fracasados de llegar al otro lado. Y tanto las contaron y las extendieron, que no había mokoko que no supiera de la imprudencia e insensatez que supondría tan siquiera intentar el salto. Y allí se quedaron las pértigas, disponibles para quien quisiera utilizarlas, pero abandonadas por todos, pues tomar una de aquellas pértigas se había convertido, a fuerza de repetirlo, en lo más impropio de un mokoko. Era una traición a los valores de sufrimiento y resistencia que tanto les distinguían.

Pero en aquella tribu surgieron Naru y Ariki, un par de corazones jóvenes que deseaban en su interior una vida diferente y, animados por la fuerza de su amor, decidieron un día utilizar las pértigas. Nadie se lo impidió, pero todos trataron de desanimarlos, convenciéndolos con mil explicaciones de los peligros del salto.

- ¿Y si fuera cierto lo que dicen? - se preguntaba el joven Naru.
- No hagas caso ¿Por qué hablan tanto de un salto que nunca han hecho? Yo también tengo un poco de miedo, pero no parece tan difícil -respondía Ariki, siempre decidida.
- Pero si sale mal, sería un final terrible – seguía Naru, indeciso.
- Puede que el salto nos salga mal, y puede que no. Pero quedarnos para siempre en este lado de la isla nos saldrá mal seguro ¿Conoces a alguien que no haya muerto devorado por las fieras o por el hambre? Ese también es un final terrible, aunque parezca que nos aún nos queda lejos.
- Tienes razón, Ariki. Y si esperásemos mucho, igual no tendríamos las fuerzas para dar este salto... Lo haremos mañana mismo

Y al día siguiente, Naru y Ariki saltaron a la cara buena de la isla. Mientras recogían las pértigas, mientras tomaban carrerilla, mientras sentían el impulso, el miedo apenas les dejaba respirar. Cuando volaban por los aires, indefensos y sin apoyos, sentían que algo había salido mal y les esperaba una muerte segura. Pero cuando aterrizaron en el otro lado de la isla y se abrazaron felices y alborotados, pensaron que no había sido para tanto.

Y mientras corrían a descubrir su nueva vida, pudieron escuchar a sus espaldas, como en un coro de voces apagadas:

- Ha sido suerte
- Yo pensaba hacerlo mañana
- ¡Qué salto tan malo! Si no llega a ser por la pértiga...

Y comprendieron por qué tan pocos saltaban, porque en la cara mala de la isla sólo se oían las voces resignadas de aquellas personas sin sueños, llenas de miedo y desesperanza, que no saltarían nunca...


Fuente: www.cuentosparadormir.com

viernes, 13 de diciembre de 2013

No tengas nada en las manos, de Fernando Pessoa

No tengas nada en las manos
ni una memoria en el alma,
que cuando un día en tus manos
pongan el óbolo último,
cuando las manos te abran
nada se te caiga de ellas.

¿Qué trono te quieren dar
que Átropos no te lo quite?
¿Qué laurel que no se mustie
en los arbitrios de Minos?

¿Qué horas que no te conviertan 
en la estatura de sombra que serás
cuando de noche, 
estés al fin del camino?

Coge las flores, mas 
déjalas caer apenas miradas.

Al sol siéntate. 
Y abdica 
para ser rey de ti mismo.

Fernando Pessoa

viernes, 6 de diciembre de 2013

Hoy habla Nelson Mandela

No quiero escribir más de lo necesario. Este es, simplemente, mi pequeño homenaje a este gran ser humano. Que cada uno extraiga, de sus palabras, sus propias conclusiones. ¡A reflexionar!

"He luchado contra la dominación blanca y contra la dominación negra. He perseguido el ideal de una sociedad libre y democrática donde todas las personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir y conseguir. Pero si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir"
(Alegato en el Juicio de Rivonia, 20 de abril de 1964)

 "Siempre parece imposible hasta que se hace"
(Cita tradicionalmente atribuida a Mandela que el propio centro de la Memoria Nelson Mandela reconoce no saber ubicar)

 "Solo los hombres libres pueden negociar (...). Vuestra libertad y la mía no pueden separarse". 
(Declaraciones de Mandela tras 21 años en prisión al renunciar a la oferta de excarcelamiento realizada por el entonces presidente, Pieter W. Botha, en febrero de 1985)

"Nadie nace odiando al otro por el color de su piel, su procedencia o religión. La gente aprende a odiar, y si pueden aprender a odiar, también pueden aprender a amar"
(De la autobiografía El largo camino hacia la libertad, 1994) 

"He descubierto que tras subir una montaña, sólo encontramos más cumbres que escalar". 
(De la autobiografía El largo camino hacia la libertad, 1994)

"Nunca, nunca, nunca más deberá volver a sufrir esta hermosa tierra la opresión de un hombre sobre otro." 
(Discurso de su toma de posesión como presidente, 10 de mayo de 1994). 

"Nunca he considerado a ningún hombre superior a mí, ni dentro, ni fuera de la cárcel".  
(Carta al general Du Preez, comisario de Prisiones, desde la cárcel Robben Island, en Ciudad del Cabo. 12 de julio de 1976).


"Aprendí que el valor no es la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. Un hombre valiente no es aquel que no siente miedo, sino el que se sobrepone a él".  
(De la autobiografía El largo camino hacia la libertad, 1994)


"La grandeza de la vida no consiste en no caer nunca, sino en levantarnos cada vez que caemos". 
(De la autobiografía El largo camino hacia la libertad, 1994)

"Luchar contra la pobreza no es un asunto de caridad, sino de justicia". 
(Discurso en la Plaza Mary Fitzgerald de Johannesburgo, el 2 de julio de 2005, en un acto contra la pobreza).

"La muerte es algo inevitable. Cuando un hombre ha hecho lo que creía necesario por su pueblo y su país, puede descansar en paz. Creo que yo he cumplido ese deber, y por eso descansaré para la eternidad".  
(Extracto de una entrevista para el documental «Mandela», 1994).

Fuente: lavozdegalicia.es