Hoy quiero que hablemos del amor. Ése
sentimiento tan profundo, tan embalsamador, protector y gratificante,
inherente al hombre. Es un sentimiento vivo, conmovedor y vibrante.
Es un afecto que los humanos podemos manifestar de maneras diversas:
el amor paterno-filial, el amor fraternal, entre hermanos o entre
amigos, y el amor entre dos enamorados.
Si bien la última entrada invitaba a
una reflexión sobre el individualismo del hombre, quisiera centrar
el debate en la otra cara de la moneda, la de la solidaridad y la
entrega a los demás. Y es aquí donde entra el amor, y más
concretamente, el amor fraternal. La única forma de hacer frente al
egoísmo que todos, de forma más o menos aguda, sentimos en
múltiples ocasiones. Ser capaces de ver más allá de un mendigo
sucio y harapiento, de unos pobres desgraciados que mueren de hambre
(aquí y en el tercer mundo) o de unos cuantos incautos o ingenuos
que lo han perdido todo entre la desaceleración y la crisis y que
ahora viven de la caridad.
Debemos ser capaces de ponernos en su
lugar, de empatizar con su situación y de ayudar en la medida de lo
posible. Y cuando digo ayudar, no quiero decir donar una cantidad
concreta de dinero al mes, o de colaborar con un comedor social o en
actividades solidarias de cualquier índole. Esto hay que hacerlo,
por supuesto. Es necesario y es bastante factible para cualquiera de
nosotros. Pero no es suficiente. Y no es suficiente porque no ataca a
la raíz del problema.
Entonces, ¿qué es lo que hay que
hacer? Luchar por los derechos de estas personas. Exigir a los que
tienen el poder, que son los que pueden terminar con esto, que lo
hagan. Es más fácil de lo que parece. Basta con sentirse conectado
con estas personas en una situación injusta.
¿Y cómo conseguir una motivación
para batallar? Mediante el amor. ¿O tú no estás dispuesto a
luchar, hasta la extenuación, por alguien a quien amas?
Se me ocurre poco que añadir a tu disertación. Tan sólo diré que, en el hipotético y dudoso caso de que no tuvieras (o tuvieses) razón, desde luego vas por el buen camino. El amor, en todas sus facetas (filial, individual, social, pasional,...) es la respuesta, es la solución, es a la vez la felicidad y el camino a ella. En estos tiempos de grave crisis (y ojo, no sólo económica) y no sólo en ellos sino siempre, nuextra máxima debería ser "¿qué puede hacer para que mi vecino, mi compañero, mi hermano viva bien y sufra lo menos posible?". Si todos pensáramos (o pensásemos, jeje) así, viviríamos mucho mejor, por utópico e irrealizable que parezca (que os aseguro que lo es y no lo es al tiempo)
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo contigo. Suena utópico, pero la solución depende tan enteramente de nosotros, que en realidad, no tiene nada de utópico.
ResponderEliminarEn primer lugar... ENHORABUENA POR TU BLOG. ¡Me gusta mucho! Y me parecen preciosas tus canciones.
ResponderEliminarY en segundo lugar... ¡Me encanta tu reflexión! Y todavía me encanta más, que hables del amor fraterno, me da tanta pena que sea el amor que menos practicamos (en toda su extensión). Es muy fácil querer luchar por cambiar las cosas cuando les afectan a los "nuestros", pero el mérito y lo BONITO está en luchar por cambiar cuando esos problemas le afectan a cualquier ser humano.
Y sí, hay que atacar el problema de raíz.
Marina..
¡Muchas gracias Marina! Me alegro de que te guste la reflexión y la música, que tienes razón, es preciosa. ¡Un besito!
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