Cuando era un niño y veía los anuncios de El Almendro, me preguntaba cómo era eso de "volver a casa", qué significado tenía eso realmente. Cómo es que la gente decide "volver a casa", ¡si yo de mi casa no me voy a ir nunca! Expulsaba inocencia por todos los poros...
Años después, esos anuncios me conmovían, me hacían pensar en cómo me sentiría yo si viviera una situación similar, si algún día me fuera a vivir lejos de mi ciudad...Y aunque no me he ido muy lejos, y podría venir cada fin de semana si quisiera (aunque físicamente me agotaría), siento un gusanillo muy especial.
Estos días de reencuentros, abrazos, besos, contar anécdotas de esas que sonmuylargaspacontarporwhatsappyatecontarécuandonosveamos...Estar en tu casa, moverte por tu barrio, cenar donde siempre, con los de siempre, lo de siempre...Te recorre de arriba a abajo un torrente de calidez, un sabor a hogar...
Y estos son los pequeños y verdaderos regalos que la vida te da. Estas nuevas sensaciones, este sentir algo especial...¡¡por estar en casa!! No me gusta estar lejos, pero sí haber descubierto, por fin, qué hay de especial en eso de volver por Navidad.
Como hace tiempo escribí, la distancia es muy...bueno, como estamos en Navidad, lo diré suavemente. La distancia es incómoda, pero tiene sus cosas buenas: te hace calibrar y valorar en su justa medida lo que tienes lejos, sea lo que sea.
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