domingo, 8 de enero de 2017

Nada como tú, Nueva York

Llevaba mucho tiempo queriendo conocerte, y esta Navidad, por fin nos han presentado. Hemos tenido nuestros más y nuestros menos, pero no cabe duda de que ha merecido la pena.

No hay nada como pasear por tus calles mirando constantemente al cielo, tratando de adivinar el final de los rascacielos que inundan Manhattan. Calles llenas de vida por esas luces que iluminan cada rincón y esos cristales que lo reflejan todo. Nada como tus simpáticos y (casi) siempre amables habitantes.

No hay nada como perderse por Central Park, conocer Chinatown, Little Italy o el Soho, Coney Island, Richmondtown o las famosas misas góspel en Harlem, así como tener miedo de pisar Bronx. Nada como el homenaje a las víctimas del 11-S: solemne, emotivo, conmovedor...

No hay nada como cruzar el puente de Brooklyn para disfrutar de sus hermosas vistas, de los famosos barrios a rebosar de luces navideñas y sentirte constantemente dentro de una película. Nada como conocer pequeños trazos de tu menuda historia, ni como asistir a uno cualquiera de tus grandiosos espectáculos.

Claro que tampoco hay nada como evidenciar tu falta de inversión en aceras y carreteras, lo triste y malcuidado de tu transporte público o la escasa (o inexistente) actuación de tu policía ante las flagrantes y continuadas infracciones de tráfico.

No hay nada como observar que estás muy preocupada por lo grande, por lo monumental, por lo faraónico, pero que te importan muy poco tus peones, tus hormigas, tus esclavos.

No hay nada como el ritmo de vida frenético que se ve obligado a llevar quien te coge de la mano, nada como esos salarios injustos que completan las famosas "tips" (propinas) ni como esos ghettos que generas al permitir que la gente conviva contigo pero no que viva dentro de ti.

Nueva York, nada como haberte conocido para saber que ir a verte merece la pena, pero que para vivir, mucho mejor aquí.
























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