Pasan los años, pasan los meses, pasan
los días. Todo es efímero, pasajero, fugaz. Lo bueno, y lo malo; lo
divertido y lo aburrido; lo intenso y lo apagado; lo gozoso y lo
doloroso.
¿Qué nos queda, si lo bueno tiene
fin? ¿Qué hacer cuando lo divertido se termina? ¿Y cuando los
momentos intensos de nuestra vida dan paso a la monotonía?
La respuesta es fácil, llevarla a cabo
no. Aprendamos a disfrutar de las cosas “malas”, “aburridas”
e incluso, de las “dolorosas”.
Las primeras, asociadas al fracaso, nos
harán aprender una lección.
Las segundas, afrontadas con energía y
actitud optimista, nos harán descubrir cosas increíbles que no
esperábamos, donde no las esperábamos y cuando no las esperábamos.
Las últimas, nos harán llegar el
mensaje de que no somos invencibles, intocables, invulnerables. Y
ello nos llevará a apreciar más los momentos de bienestar, de
alegría y de jolgorio.
Personalmente, veo claras las dos
posibles vías a seguir:
- Ser feliz cuando vienen mal dadas, pues todo lo que me desagrada, inquieta o parte mi corazón, tiene fin.
- Ser feliz cuando la vida me sonríe, pues lo que disfruto, los buenos ratos y las alegrías de mi corazón, también se van a terminar y tengo que aprovecharlas al máximo.
¡¡NO PIERDAS EL TIEMPO Y SÉ FELIZ!!
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